Foto: RRSS
Texto: Raul del Pino
Una nueva controversia relacionada con el béisbol en Cuba ha generado un gran revuelo recientemente en las redes sociales, ese espacio –o pantano– perfecto para que algunos exhiban sus peores características, a menudo bajo una identidad anónima.
Sin embargo, en esta ocasión, el foco no está dentro del campo, sino fuera, en las cabinas de transmisión. La protagonista es la comentarista deportiva Melissa Blanco, quien actualmente es una de las voces más destacadas de Tele Rebelde en la II Liga Élite del Béisbol Cubano.
La periodista, originaria de Matanzas, ha asumido el siempre complicado desafío de narrar “la pelota” en un país con una afición muy exigente, especialmente cuando se trata de su deporte nacional. Convertirse en la primera mujer en hacerlo para la audiencia nacional la sitúa en el centro mismo de una tormenta que es la opinión pública.
Para colmo, la narración deportiva en Cuba es un campo profesional y una responsabilidad en la que, desde hace décadas, los icónicos Bobby Salamanca, Héctor Rodríguez y Eddy Martín han elevado el nivel a alturas donde muy pocos pueden alcanzar.
Pese a ello, Blanco, quien también fue pionera en la narración del boxeo en la televisión nacional, ha logrado sortear esta tarea, aunque no sin cometer algunos errores o tener aspectos técnicos que mejorar. Precisamente, esas imprecisiones han desencadenado una avalancha de ataques en su contra, que van más allá de las críticas, llegando incluso al odio.
Por fortuna, Melissa no ha estado sola y ha recibido el respaldo de varios colegas de la prensa cubana, quienes han sabido reaccionar adecuadamente ante los ataques infundados que han invadido las redes sociales en los últimos días.
“Debería darnos pena como seres humanos escudarnos tras el anonimato de estas plataformas para lanzar ofensas y menospreciar a otros solo por ser diferentes, no coincidir con nuestros gustos particulares o, en casos extremos, por actitudes machistas retrógradas”, denunció el periodista Boris Luis Cabrera.
El cronista de Tribuna de La Habana describió a Blanco como una “mujer valiente, como lo fueron otras en la historia que se impusieron a base de perseverancia y talento en un mundo dominado por hombres, y eso merece respeto”.
En la misma línea, Aliet Arzola, un destacado articulista de temas beisboleros, también se pronunció al respecto. “No hay la más mínima justificación, ni la más mínima duda de que debemos unirnos en apoyo a ella, ofrecerle nuestra ayuda y hacerle saber que no está sola en esta lucha contra mentalidades del siglo XV”, escribió en su cuenta de Facebook.
No obstante, el columnista de OnCuba News realizó una observación acertada: “No podemos confundir los ataques con la crítica; son dos cosas completamente diferentes, especialmente si la crítica está fundamentada y busca construir y asesorar”. También aclaró que “no se debe criminalizar a quienes expresan opiniones sobre Melissa; hay personas que simplemente están ofreciendo una crítica constructiva sobre aspectos que podría mejorar en su trabajo, de buena voluntad”.
Para concluir, Arzola reflexionó sobre la nueva generación de narradores deportivos que ha surgido en la televisión nacional: “Hay varios jóvenes que están abriéndose camino. Sin dejar de exigirles la máxima preparación y superación constante, hay que ser pacientes con ellos y entender que todavía están en un proceso de formación y crecimiento”, sentenció.
Muchas otras voces, no solo de la prensa especializada en deportes, sino de la comunidad en general, así como numerosas mujeres periodistas, han mostrado su solidaridad con Melissa. Aunque nunca es fácil ser el blanco de una polémica de este calibre, lo que le está sucediendo es una “caja de Pandora” que, tarde o temprano, tenía que abrirse.
Cuba no escapa a la realidad actual, donde Internet y las plataformas sociales han brindado voz a millones de personas que optan por criticar y esparcir odio injustificado antes de reflexionar. Es la sociedad y el mundo en el que vivimos hoy, y superar esos momentos representa otra prueba tan desafiante como estar detrás de un micrófono para narrar.