Foto: John Arthart | Shutterstock
Texto: Michel Hernández
Bad Bunny ha lanzado 17 canciones que, más que un álbum, representan una captura de momentos. “Debí tirar más fotos” es un disco que no revela su esencia a la primera escucha; requiere que el oyente regrese repetidamente al material para comprender plenamente los mensajes que el artista desea transmitir a través de sus letras.
El nuevo trabajo del puertorriqueño es un disco lleno de sutilezas, dirigidas principalmente a aquellos que conocen la cultura popular de Puerto Rico. Al mismo tiempo, ofrece a otros seguidores la oportunidad de investigar y conocer más sobre los ritmos subyacentes. Bad Bunny navega entre un torrente de canciones que trazan un camino marcado por las tradiciones de su país, sin dejar de lado su trabajo con los sonidos más comerciales del género urbano, que han definido su carrera y lo han catapultado a la fama internacional.
No es sorprendente que Bad Bunny haya lanzado un disco con una fuerte conciencia social como “Debí tirar más fotos”, evitando la trampa del panfleto político. El artista ya había dejado claros indicios de su postura respecto a la política en Puerto Rico y América Latina, al tiempo que ha criticado actitudes machistas y discriminatorias en trabajos anteriores. Aunque él mismo, quizás sin plena certeza, también ha abrazado esos elementos en sus canciones en un género que, aunque ha evolucionado, sigue apoyándose en la estigmatización sexual y la discriminación hacia la mujer. Es importante señalar que han surgido varias artistas dentro del reguetón que han utilizado estos supuestos a su favor, deconstruyendo y redefiniendo en la industria.
Este disco es sin duda el más destacado de Bad Bunny hasta la fecha (no estoy seguro de que «mejor» sea el termómetro adecuado). Sin embargo, es innegable que es uno de sus trabajos más completos. Marca un antes y un después en su carrera, llevándolo a explorar con profundidad territorios que antes había tocado de manera esporádica y superficial. Es un disco que, gracias a la estructura de sus letras, su minimalista diseño y la campaña de promoción que lo acompañó, puede considerarse el resultado de un estudio exhaustivo de sus raíces, con una mirada descolonizadora que investiga las esencias culturales de su gente.
Las referencias culturales en este álbum son abundantes y poderosas. Desde los ritmos de salsa, la vestimenta del artista en los videoclips, hasta la breve aparición de Jacobo Morales, reconocido cineasta y actor puertorriqueño, en un corto que acompaña al álbum. Todo ello contribuye a formar parte de esta «fotografía».
El tema que inicia el álbum rinde homenaje a una canción emblemática que ha resonado entre los puertorriqueños. Con los lazos culturales entre Cuba y Puerto Rico, no resulta sorprendente que “NuevaYol”, inspirada en el clásico “Un verano en Nueva York”, sea obra del cubano Justin Barreto, una canción reinterpretada y versionada por múltiples artistas a lo largo de la historia, entre ellos el Gran Combo de Puerto Rico.
El álbum incluye varias canciones que siguen la línea del trap, reguetón y pop más comercial, sin mayores objetivos que alcanzar las listas de éxitos o hacer vibrar las pistas. Podría considerarlas como temas de relleno, algo común en cualquier disco. No obstante, en este caso, por su calidad y las notables referencias en la estructura de otros temas, se percibe claramente la distinción con el “relleno”.
Este disco destaca especialmente por una serie de canciones que valen su peso en oro y que, por sí solas, justifican su lanzamiento. Temas como “Un baile interminable”, “NuevaYol”, “Weltita”, “Turista”, “Café con Ron”, y, sobre todo, “Pitorro de Coco” y “La Mudanza”, encapsulan las aspiraciones culturales y políticas de Bad Bunny, marcando un quiebre con los aspectos más comerciales del género urbano y con otros artistas de este mundo sonoro. No interpretemos este “quiebre” como un distanciamiento o una renuncia, sino como una vía abierta hacia una disciplina que sigue conquistando al mundo, afianzándose entre los adolescentes y jóvenes.
Un tema digno de mención es “Lo que pasó en Hawai”, una canción claramente política que, en pocos minutos, revela parte de la historia de Puerto Rico. Su letra, que traviesa el arraigo a la tierra y la nostalgia por los ausentes, también resuena con los cubanos.
El artista parece estar en proceso de reinvención. En una de sus canciones, si la memoria no me falla, menciona que ya no es tiempo de sobrevalorar una imagen que prioriza el comercio y el lujo por encima de su propia cultura.
“Debí tirar más fotos”, que también incorpora sonidos de deep house y dembow, es un disco sólido y contundente que nos presenta a un Bad Bunny profundamente interesado en sus raíces, en su origen y en las luchas de su país. Es relevante mencionar que no utiliza estas referencias como mero entretenimiento o para enmarcar una posición en la que no cree, con el objetivo de atraer a otro sector del público, sino con la firme convicción de que la música popular, su música, debe contribuir a su país y a su carrera, más allá de las ganancias que pueda obtener de ello y que lo han convertido en uno de los artistas más rentables del género a nivel mundial.
El puertorriqueño se enfrenta en este álbum a un dilema, similar al que en la mitad de su carrera enfrentó Calle 13, banda de la que claramente se considera deudor. La dicotomía gira en torno a su relación con la industria musical y la influencia que esta pueda tener en sus obras si se desvían peligrosamente de los parámetros más comerciales que rigen el género; sin embargo, también es cierto que artistas como Tego Calderón, Calle 13 y el propio Bad Bunny han ampliado esos límites, los cuales, para ser justos, ya no poseen la rigidez de décadas anteriores.
Podemos formular otra interrogante relacionada con este álbum. ¿Habría tenido el mismo impacto de no ser lanzado por Bad Bunny? ¿Si otro grupo con una conciencia social y política marcada lo hubiera publicado, habría alcanzado el mismo efecto?
La respuesta, bien analizada, recae en el factor sorpresa. Probablemente muchos han prestado atención al puertorriqueño tras quedar asombrados por la profundidad de las referencias culturales alcanzadas, dejando de lado, al menos en esta ocasión, su interés por seguir en ascenso con canciones que tradicionalmente han definido esta corriente musical.
No obstante, Bad Bunny ha dejado claro que tras el “Conejo Malo” hay un esfuerzo creativo, político y social que apunta a que en sus futuras canciones continuará robusteciéndose, permitiendo a su audiencia mover sus caderas junto a sus cabezas, hasta que ambas, cabeza y cadera, se conviertan en una sola cosa.
PD: Como dato curioso, en “Weltita”, Bad Bunny hace referencia a “La Flaca”, la canción que catapultó internacionalmente a la banda española Jarabe de Palo, inspirada en una cubana que cautivó a su vocalista, Pau Donés.