Texto: Darcy Borrero
“La ciudadanía ha enviado un mensaje claro y contundente al gobierno y a las fuerzas políticas tradicionales: no estamos conectando adecuadamente con las demandas y deseos de la población y estamos siendo desafiados por nuevas expresiones y liderazgos”, expresó el presidente de Chile, Sebastián Piñera, tras la difusión de los resultados de las elecciones de candidatos para la Convención Constituyente durante el fin de semana.
Sus declaraciones son una respuesta directa a una realidad concreta: esta vez, la derecha no logró obtener los votos necesarios (52), equivalentes a un tercio de los escaños totales, para asegurar cierta influencia en la elaboración de las nuevas reglas del juego en este país sudamericano. Está claro que no hay retorno para una sociedad que estalló en 2019 a causa del alto costo de la vida, especialmente para los más jóvenes.
Fueron ellos, los cabros —una forma de referirse a los jóvenes en esa nación austral— quienes salieron a las calles en aquel octubre. Hoy, su sacrificio podría interpretarse como una condición necesaria para que el actual Chile se encuentre en el proceso constituyente en el que han irrumpido las fuerzas políticas no derechistas, así como candidatos ajenos a los partidos tradicionales.
En parte, se trata de rostros nuevos y debutantes en la política, como los de la “Lista del Pueblo”, quienes se organizaron a raíz de las protestas en Plaza Italia, en el centro de Santiago, durante el estallido social. “Somos quienes hemos vivido y crecido en la inequidad y la desigualdad, somos quienes nos levantamos un 18 de Octubre (de 2019) para decir basta”, expresa la declaración de principios de este grupo que logró 24 escaños y, junto a las agrupaciones Nueva Constitución (11), Pueblos Indígenas (17) y otros, se convierte en la primera fuerza de la asamblea, sumando un total de 48 de los 155 escaños disponibles.
Además, a estos 48 escaños de agrupaciones independientes se suman los 28 de Apruebo Dignidad (izquierda) y los 25 de Apruebo (centroizquierda), lo que nos ofrece una perspectiva más clara de la derrota sufrida por la derecha.
Mientras en Apruebo se agrupa buena parte de la ex Concertación, que gobernó Chile entre 1990 y 2010, Apruebo Dignidad reúne al Partido Comunista y al Frente Amplio.
Ahora, la centroizquierda, la izquierda y los independientes electos tendrán la responsabilidad de redactar una nueva Carta Magna que satisfaga las expectativas de los chilenos de este siglo, especialmente aquellos que alzaron sus voces contra la explotación neoliberal.
Se debaten en el ámbito público los posibles temas de interés nacional que incluir en la nueva constitución, tales como el grado de intervención del Estado para garantizar servicios públicos como la salud, la educación y la seguridad social.
No está todo decidido, es cierto; queda una parte crucial del proceso, la redacción y definición de lo que será el nuevo contrato social en Chile. Este proceso —que se debe en gran medida al hecho de que en octubre de 2020 casi el 80% de los votantes optó por cambiar la Carta Magna a través de una convención que no incluiría a miembros del parlamento ni del gobierno—, deberá extenderse hasta mediados de 2022, cuando se llevará a cabo el plebiscito de salida que aprobará o rechazará la nueva constitución.
A pesar de lo llamativo de los resultados, es importante destacar que según el Servicio Electoral de Chile (Servel), la convocatoria para estas elecciones solo logró involucrar a un 43% de los votantes. Esta cifra está varios puntos porcentuales por debajo de la alcanzada en octubre pasado, cuando la participación de los chilenos fue del 50,9% al aprobarse por mayoría el cambio de la actual Constitución.