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La actriz cubana Jacqueline Arenal ha anunciado el estreno del espectáculo “Ponolani”, el cual dirige para la compañía Teatro de Muñecos Okantomí.
Esta obra, que también cuenta con la dirección de Marta Díaz Farré, conmemora el aniversario número 45 de la fundación del grupo teatral, un evento que tuvo lugar el 28 de enero de 1978.
El espectáculo se basa en la adaptación teatral realizada por Díaz de los cuentos “Ponolani”, “Panga Maleka” y “El hijo del Diablo”, escritos por la reconocida autora cubana Dora Alonso, conocida hasta el momento como la autora infantil cubana más traducida y publicada a nivel mundial.
Jacqueline Arenal compartió en su cuenta de Instagram la noticia del estreno, que coincide con la fecha del aniversario de Okantomí: “Estrenamos “Ponolani” hoy en el cumpleaños 45 de Okantomí, se hizo la magia que sólo culmina cuando le entregamos al público nuestros sueños hechos teatro”.
El espectáculo estará disponible para el público todos los domingos del mes de febrero a las 11:00 a.m., en la Sala Adolfo Llauradó, ubicada en la calle 11 entre D y E, Vedado.
De acuerdo con el medio estatal Cuba Escena, “Teatro Okantomí se inserta en esta saga de cultivo de la memoria y la promueve desde sus escenarios con la resonancia que proporciona el teatro, donde se combinan palabras, gestos, colores, formas, luces, música y bailes para la producción de sentimientos y emociones en un proceso colectivo de recepción y comunicación que no tiene igual”.
La puesta en escena utiliza una amplia variedad de recursos actorales y técnicas de animación de figuras, y la escenografía, el vestuario y la música juegan un papel igualmente crucial.
Arenal también trabajó en las coreografías junto a Eddy Veitía, mientras que el diseño y la construcción de las figuras, así como los vestuarios y la escenografía, fueron responsabilidad de los demás profesionales de Okantomí.
“Ponolani” fue publicado por primera vez en 1966 y presenta en forma literaria las historias que la niña Doralina de la Caridad (nombre verdadero de la escritora Dora Alonso) escuchó de su nodriza Emilia, quien a su vez las había aprendido de su madre, Ponolani, originaria de África, traída a Cuba como esclava y rebautizada como Florentina en la isla.
Ponolani preservó y cultivó su memoria, asegurándose de transmitirla a su descendencia. Emilia, por su parte, honró a sus antepasados, especialmente a su madre, y compartió ese conocimiento con los niños que cuidaba, entre los cuales se encontraba Dora, quien luego se encargó de difundir esas historias a través de su trabajo como escritora.